Había un hombre que vivía en un pueblo cerca del mar. Como cada mañana, al salir el sol, salió a pasear por la playa. A diferencia de otros días, se encontró la orilla repleta de estrellas de mar que se extendían a lo largo de toda la costa. Pensó que este fenómeno se debería al mal tiempo de los últimos días. Se sintió triste al contemplar aquellas pequeñas y hermosas criaturas, porque sabía que las estrellas de mar sólo sobreviven cinco minutos fuera del agua.
El hombre continuó con su paseo absorto en sus pensamientos, con cuidado de no pisar las estrellas de mar... pensando en la fugacidad de la vida, en cómo a veces equivocamos nuestras prioridades, en cómo perdemos el tiempo en cosas intrascendentes....
Cuando de pronto se encontró con un niño que corría de un lado para otro de la arena.
Tenía la cara sudorosa y los pantalones remangados
- ¿Qué estas haciendo?- Le preguntó el hombre.
- Estoy devolviendo las estrellas al mar - respondió el niño.- Junto todas las que puedo y las lanzó más allá del rompiente para que no vuelvan a la arena
- Ya veo - contestó el hombre - pero, ¿sabes que tu esfuerzo no tiene sentido, verdad?. Vengo caminando desde muy lejos y hay miles de estrellas ancladas en la arena. Quizá millones. Podrás salvar unas pocas pero la gran mayoría morirá y todo tu esfuerzo no habrá servido para nada. No tiene sentido lo que haces.
El niño sorprendido le mostró una pequeña estrella que escondía en la palma de la mano y antes de lanzarla al océano le dijo al hombre:
"Para ésta sí tiene sentido"
Anónimo
Continua haciendo aquello en lo que crees, a pesar de que el resto no comparta tu opinión. Piensa que un pequeño acto supone una diferencia.
Cuando te enfrentes a un gran reto, establece objetivos pequeños, no te dejes abrumar por la magnitud de tu proyecto
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