LA OLA Y EL MAR
Era una playa amplia y hermosa. La gente llegaba de los pueblos de alrededor para pasar el fin de semana bañándose en sus aguas y tomando el sol en su fina arena. Además, muchos bañistas disfrutaban cuando había oleaje y la playa se convertía entonces, en un lugar de concentración de numerosos surfistas.
La ola no cabía en sí de alegría. Llevaba días en que no paraba de surgir en el mar, para regocijo de los que se dejaban arrastrar por ella hasta la orilla. Así que un día, envalentonada como estaba y orgullosa de sí misma, le dijo al mar:
- ¿Ves, lo a gusto que está la gente conmigo? Se divierten y se lo pasan en grande jugando entre mis olas, ¿No podrías hacer para que saliera más a menudo? ¿Qué mejor que ofrecer a las personas diversión constante?
- Querida ola, tú y yo formamos parte de la misma agua y el mismo mar. Es hermoso lo que tú ofreces para disfrute de los que vienen a la playa, pero hace falta que tú también te calmes para que pueda surgir yo - le respondió el mar.
- ¿Y qué puedes ofrecer tú aparte de que la gente pueda nadar más tranquila? - le preguntó la ola, en un arranque de soberbia.
- Cuando tú te calmas y en mi superficie estoy tranquila, se puede ver el fondo del mar, querida ola. Cuando mis aguas están relajadas, se ve toda la profundidad que tengo en mi interior y eso es importante conocer. No sería bueno estar siempre en la superficie, en una distracción constante, sino ser capaz de parar para ver lo que hay dentro de uno - le respondió el mar.
Autora: Belén Casado
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