Cuando pienso en las manos, una ingente cantidad de
fotogramas mentales, aparecen delante de mí. Pero sólo una se mantiene el
tiempo suficiente para poder capturarla.
Una mujer.
Una cara limpia – con agua y jabón -. Piel suave. Mirada
tranquila y atenta. Pelo negro – recogido fuertemente hacía atrás -. Un kimono
– sin colores -. Tan sólo una delicada muñeca asida a su delicada mano derecha.
Y la izquierda, como en una danza, se interpone al movimiento de la manga del kimono.
La mano derecha, con sus cinco elegantes, ágiles y sutiles
extremidades tiene un pincel negro. Cogido de manera tan natural, que no
concibes que no estuviese ahí desde siempre.
En el suelo. Un papel alargado y rectangular, un lienzo. En
la parte superior derecha, junto al papel, pero jamás dentro, ni lo
suficientemente cerca como para manchar. Aunque sí a la medida exacta del brazo
de la mujer, un tintero. Pequeño, redondo y negro. De material inclasificable
pero duro, robusto y frío en apariencia.
La delicada mano comienza ahora su baile.
Un baile donde
ella es la protagonista, pero no baila sola. El cuerpo la acompaña. Formando
así arte en movimiento.
Movimientos lentos, profundos y atentos surcan el aire que
ahora tiene cualidad de denso.
La punta del pincel se colorea de negro intenso
y aguardando la gota está hasta tocar el lienzo, donde de forma liviana,
natural y atenta se convierta ahora ella también en arte.
Mujer, lienzo, pincel y tinta. Todo una misma cosa.
Un espectáculo que ralentiza el ritmo de la respiración y
del corazón. Te vuelve más atenta y …
Disfrutar el momento. Saborear los
segundos, admirando la presencia, el movimiento, la pausa y el silencio.
Mujer.
Y dibujo terminado. No lo enseña. No lo quiero ver.
El arte no es el resultado, sino el proceso que te lleva a SER.
JAPSICOLOGIA
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