Much@s lectores pensarán que se trata de un artículo sobre cómo controlar las emociones que nos molestan y que interfieren en nuestra vida diaria. Otras personas puede que esperen una serie de recetas para que dichas emociones no "penetren" en nosotr@s, o "algo" para simplemente no tenerla.
La Gestión Emocional, bajo mi opinión, no se trata de controlar (= tener bajo control/ tener el poder sobre...) o de no tener todo aquello que cualquiera de nosotr@s, de hecho sí tiene. Se trata más bien de aceptar estas emociones como parte de nuestro Yo, sin dejar que, las emociones gobiernen nuestros actos.
Creo que con un ejemplo se entenderá mejor: "Nos sentimos injustamente tratados por alguien, ante esta situación, podemos sentirnos enfadad@s y frustrad@s, si nos dejamos guiar por la emoción del momento, puede que nos enzarcemos en una discusión con esa persona, lo que probablemente acrecentará nuestra emoción de enfado". Ahora bien, lo que en esta reflexión os propongo es que en vez de responder impulsivamente a la emoción, nos tomemos un tiempo (en algunas personas, podemos hablar de segundos, en otras de minutos o tal vez más) para decidir nosotr@s cómo queremos actuar en dicha circunstancia, entrar en la discusión y convertir a esa persona en el protagonista del día o continuar nuestro día con los planes que habíamos pensado, siendo nosotr@s los protagonistas.
El verbo decidir en este contexto tiene la importancia de los valores que queremos que rijan nuestras vida. Decidir significa hacer una elección. Los seres humanos tomamos elecciones basándonos en diferentes variables. En muchas ocasiones, sobre todo cuando la intensidad emocional es alta, este proceso se ve afectado. Con todo esto, en absoluto quiero decir que hay que tomar decisiones con la "cabeza fria", sino más bien todo lo contrario, sí todo lo contrario: Responder a la emoción de manera instantánea e impulsiva, es rechazar esa emoción, no aceptar que forma parte de nosotr@s.
Para poder decidir con la máxima libertad posible, tenemos que ser conscientes y conocer cómo nos afectan las emociones, además de tener en cuenta las diferentes alternativas que se puedan plantear. Esto es, mantener un equilibrio entre el cerebro emocional y el cerebro racional.
Gestionar las emociones, es empezar por dejar que la emoción entre, aprender a actuar con dicha emoción en nuestro interior, sin desviarnos del camino que queremos recorrer en relación a nuestros valores personales; qué tipo de persona queremos ser, cómo queremos afrontar los obstáculos de nuestra vida, qué dirección vital queremos escoger, en definitiva.
JA Psicologia
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