A menudo nos preguntamos por qué existe en la sociedad tanto maltrato, violencia y discriminación. La explicación puede estar en las relaciones de poder y dominio que se establecen entre personas o entre grupos de personas.
En general, nos enseñaron que el poder es para dominar a alguien, para sacar ventaja de alguien y pronto aprendimos que tener poder significa tenerlo por encima de alguien o contra alguien.
En la sociedad existe una desigual distribución del poder y esta desigualdad está basada en el prejuicio que hay personas superiores o inferiores según su sexo, raza, edad, clase social, preferencia sexual y condición física o intelectual.
El abuso de poder que se justifica por la diferencia entre las personas se llama opresión. Los grupos dominantes oprimen a los grupos a quienes discriminan. La opresión es todo un sistema. Se expresa en el menosprecio, el maltrato, la marginación y la violencia con que los grupos dominantes imponen y controlan a los grupos a quienes discriminan.
Según sea el grupo dominante y el grupo discriminado el nombre de la opresión varía: adultismo, sexismo, racismo, heterosexismo, clasismo y discriminación por carecer de alguna capacidad concreta.
Estas relaciones de poder y dominio que provocan opresión funcionan en diferentes niveles, que constituyen las tres “I” de la opresión:
Funciona en las relaciones entre las personas, entre amistades, en la familia y en la comunidad (opresión interpersonal).
También en las instituciones oficiales, en los colegios y las universidades, en el sistema de salud y en las leyes y en las políticas de los gobiernos (opresión institucionalizada)
Y también funciona la opresión en la mente y en el corazón de cada persona (opresión internalizada).
Todas y todos tenemos el poder para cuidarnos, actuar sin ejercer dominio, analizar el mundo en que vivimos, crear nuevas alternativas y cambiar aquello que no nos gusta.

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